El laboratorio para devolver
el sentido a la banca

Siempre he creído que si la banca no existiera habría que inventarla. La misma frase aplica, sin duda, a otras actividades dentro del sector financiero: seguros, gestión de fondos, previsión y pensiones, etc. Sabemos también que la actividad financiera es una parte sustancial de las modernas sociedades humanas, pero también que, en su esencia, buena parte de lo que hoy nos ofrece esta área nos acompaña de una u otra forma desde hace cientos de años.

Y, si todo eso es así, si hablamos de un sector económico de larguísima historia, con sus claroscuros, sin duda, pero de innegable aportación al bienestar de la sociedad (un sector del que todo se ha dicho y mucho se ha escrito): ¿por qué entonces conviene seguir analizándolo, estudiándolo, divulgando sus virtudes y sus defectos y buscando su mejora continua?

 

Mi respuesta es porque conviene que, desde el mundo de la academia, contribuyamos desde la investigación, la reflexión y la divulgación a que el sector financiero no se aparte de su esencia y de su verdadera razón de ser. Y, por suerte o por desgracia, esto ha sido, es y será siempre así: hay que permanecer vigilantes.

 

También habrá quien piense que en un sector cada vez más fuertemente regulado, patológicamente diría yo, no puede haber mucho que investigar porque, al final, hacer banca -si me permiten la licencia- será simplemente seguir las reglas. Pero no es así en absoluto. Nos encontramos en un momento histórico, francamente interesante, y más que nunca, investigar y divulgar sobre la esencia de las finanzas, sobre el papel que estas deben jugar en el impulso a una sociedad más justa y sostenible y en el respeto a la dignidad humana, tiene todo el sentido del mundo.

 

Porque si alguien opina de veras que tan solo desde la legislación y la regulación vamos a situar a las diferentes actividades económicas dentro de ese marco aspiracional, es que no ha entendido nada sobre la naturaleza humana. 

 

Las empresas, las entidades financieras también, son sus personas, sus accionistas, sus empleados y ejecutivos, sus clientes y sus proveedores. Esa comunidad humana de intereses es la que puede decidir tomar un camino u otro y utilizar la intencionalidad como motor de cambio, porque cualquier actividad económica puede ser motor de cambio social. Siempre será más poderosa la voluntad de cambio de los ciudadanos y de los actores económicos, la intencionalidad y el propósito, que la legislación mejor afinada.

 

Y desde ese y otros muchos puntos de vista, podemos investigar y crecer: entender mejor cuáles son los motores de cambio de la actividad financiera, por qué y cómo se toman las decisiones, cómo responde el sector ante determinado tipo de regulaciones, cómo separar el “grano de la paja” dentro del sector o cuáles son las mejores prácticas que puedan encontrarse en el planeta.

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